Conciencia Emocional: el poder de las emociones


En este artículo quiero exponer y profundizar el primer paso del puzzle que cada vez escuchamos más a menudo: Inteligencia Emocional.

Vamos a entender un poco más que es la conciencia emocional, por qué es importante en la vida, y cómo aumentarla y llegar a ser «emocionalmente consciente”.

En primer lugar, dado que estamos hablando de emociones, es bueno hacer un breve estudio de lo que son. Las emociones son informadores químicos bi-direccionales, es decir, trabajan para informarnos de lo que está sucediendo dentro de nosotras y en el medio ambiente. Por lo tanto, su propósito es transmitir información de atención, protección o advertencia, a la que a menudo reaccionamos inconscientemente.

Las emociones son consecuencias químicas de las experiencias vividas, cuando nuestros sentidos registran información en el entorno (real o imaginario), las neuronas se organizan en redes y el cerebro entra en la producción de sustancias químicas que recorren todo el cuerpo, estas sustancias se llaman emociones.

Es gracias a ellas que nuestra especie ha evolucionado, y a medida que la especie ha evolucionado, las emociones mismas también han evolucionado: pasando desde un tiempo en que las emociones nos servían para sobrevivir, a un tiempo en el que gracias a ellas, los seres humanos han podido alcanzar logros increíbles y descubrimientos extraordinarios en todas las áreas de la ciencia, el arte y la tecnología.

Nuestra vida está impregnada de emociones, que influyen en el comportamiento y determinan la calidad de nuestras relaciones. Sin embargo, debemos entender algo muy importante que a menudo no consideramos, también porque muchos ignoran: estamos hechos por el 95% de emociones inconscientes o bien de las emociones que no percibimos en la que podríamos llamar «conciencia», es decir, no somos conscientes de ellas racionalmente a pesar de que están presentes y ejercen toda su fuerza. 

Y así es como las experiencias pasadas permanecen fijas en los circuitos neuronales y no solo: muchos estudiosos trataron el tema de las emociones almacenadas en el cuerpo, es decir, cómo las emociones resultantes de eventos experimentados como traumáticos se registran y transmiten en ciertos distritos corporales creando un verdadero «bloqueo emocional». 

Esto, como se puede entender, condiciona totalmente no solo la percepción, es decir como “percibimos”, sino también las experiencias que vivimos y que viviremos, ese es nuestro presente y la visión que tenemos del futuro.

Por lo tanto, para aprender acerca de los demás, comprender sus emociones y también para poder gestionar mejor nuestras reacciones y, por lo tanto, no ser «esclavas» de los mecanismos que nos hacen reaccionar a menudo como no quisiéramos, es necesario refinar la conciencia emocional.

De hecho, a menudo no somos conscientes de lo que nos sucede, ignoramos el efecto que nuestros comportamientos producen en los demás. Además, la falta de conciencia nos lleva a posponer elecciones que podríamos haber enfrentado rápidamente, reduciendo así el estrés y los esfuerzos superfluos que hacemos en su lugar y que al final nos hacen sentir desprovistas de energía y, a menudo, también de entusiasmo.

Cuando hablamos de desarrollar la conciencia emocional, decimos en esencia que debemos aprender a reconocer las emociones cuando surgen, escucharlas para comprender el mensaje que nos están comunicando, el desencadenante que las generó, así como su significado.

En la mayoría de las relaciones la conciencia emocional y las emociones juegan un papel central, con nosotras mismas y con los demás.

El primer paso para conocer las emociones es la nominalización de las emociones. Nos falta un léxico adecuado para describir las emociones, a menudo las catalogamos sobre la base de juicios personales que se ajustan a solamente bueno o malo.

Desde los primeros años de escuela, los niños deberían ser educados en las emociones y el desarrollo de la inteligencia emocional, a fin de fortalecer su seguridad en el trato con las relaciones y saber cómo manejar sus emociones para una mejor calidad de vida.
Obviamente, la inteligencia emocional no solo concierne a los niños, sino a todos nosotras, tanto en la vida privada como profesional.

Desde un punto de vista práctico, un ejercicio simple para aumentar nuestra conciencia emocional podría ser darnos cuenta de las emociones que sentimos durante el día y escribirlas en un cuaderno.

A continuación te voy a explicar porqué ese ejercicio es tan importante: en el origen de la manifestación de una emoción, existe una especie de sistema de vigilancia que podríamos llamar “radar” que registra señales tanto externos como internos. De hecho, los estímulos capaces de generar una emoción pueden provenir del entorno o generarse dentro de nosotras: una sensación física o un pensamiento capaz de generar una respuesta emocional.

Este estímulo inicial se llama disparador (del inglés «trigger»). El Disparador es, por lo tanto, ese click emocional que ocurre debajo de nuestra conciencia, es decir, sin que nos demos cuenta.
Lo cierto es que el mismo estímulo puede generar diferentes respuestas basadas en el pasado, los valores y la visión del mundo que la persona tiene, y es precisamente aquí donde entra en juego la nuestra responsabilidad.

Desarrollar la conciencia sobre los señales que los factores desencadenantes nos envían de regreso significa ser capaces de reconocer cuando este mecanismo se activa de manera desproporcionada, lo que nos hace, por ejemplo, percibir una emoción de miedo o fobia hacia un pequeño animal para nada peligroso. Comprender todo esto puede ayudar a desarrollar una comunicación empática capaz de desactivar las emociones destructivas y dirigirlas hacia emociones y comportamientos más funcionales y beneficiosos.

Desafortunadamente la mera comprensión de un problema no se transforma automáticamente en la solución. Quiero subrayar la importancia de un entrenamiento específico, que es un verdadero camino hacia la «conciencia emocional» que puede llevar a la persona a producir la capacidad de percibir un espacio de conciencia durante el período de tiempo entre la generación de impulsos y la acción. Esto dará como resultado una mejora en la calidad de vida y en el propio bienestar psicofísico y relacional. Y, sobre todo, tendrás la clara sensación de que ya no estas a merced de fuerzas desconocidas que actúan en ti sin tu permiso y determinan las consecuencias que a menudo tienes que manejar.

Asumir la responsabilidad de reconocer y luego dirigir nuestras emociones es lo más noble que podemos hacer en la vida cuando queremos vivir una vida plena.

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